La inteligencia artificial avanza más rápido que las leyes que deberían regularla. Ahora, los principales organismos internacionales —desde la ONU hasta el FMI y la OCDE— estudian la creación de un impuesto global a la IA para equilibrar el poder económico de las grandes tecnológicas y asegurar que esta revolución beneficie a todos. Sin embargo, el debate no está exento de polémica: ¿es un acto de justicia fiscal o una amenaza para la innovación global?
¿Por qué se plantea un impuesto global a la inteligencia artificial?
La idea de un impuesto a la IA surge del crecimiento exponencial de los beneficios que generan los modelos de inteligencia artificial y las empresas que los desarrollan. Según el Fondo Monetario Internacional, el valor económico de la IA podría superar los 15 billones de dólares en 2030, pero gran parte de esa riqueza se concentra en unos pocos países y corporaciones.

Mientras las grandes tecnológicas como OpenAI, Google, Amazon o Nvidia multiplican sus ingresos gracias a la IA, los sistemas fiscales actuales no capturan correctamente ese valor. La mayoría de los beneficios provienen de servicios digitales sin presencia física, lo que dificulta gravarlos según las leyes tradicionales de impuestos corporativos.
Por ello, la comunidad internacional está estudiando un marco fiscal global específico para la IA, que obligue a las empresas a contribuir proporcionalmente a los beneficios obtenidos de esta tecnología.
¿Quién impulsa la propuesta de un impuesto global a la IA?
El debate ha ganado fuerza tras la Cumbre de la ONU sobre Gobernanza de la Inteligencia Artificial (septiembre de 2025), donde se discutió la creación de mecanismos globales para regular el desarrollo y uso de modelos de IA. La propuesta fue respaldada por varios países europeos, con el apoyo técnico de la OCDE, mientras que el FMI advirtió sobre la concentración del poder económico que genera la automatización masiva.
Además, la Unión Europea y el G7 están explorando medidas fiscales similares a las ya implementadas para los servicios digitales. En Bruselas, la Comisión Europea ha planteado la posibilidad de aplicar un impuesto sobre beneficios extraordinarios derivados de la IA, argumentando que las grandes tecnológicas deben “pagar su parte justa” del progreso que impulsan.
Sin embargo, países como Estados Unidos y Japón mantienen una postura más cauta, preocupados por el impacto que un impuesto global podría tener sobre la competitividad y la inversión tecnológica.
¿Cómo funcionaría un impuesto global a la IA?
Aunque no existe un modelo cerrado, los expertos fiscales proponen diferentes enfoques:
- Tasa sobre beneficios de modelos de IA: se gravarían las ganancias generadas por la comercialización o uso de modelos avanzados (GPT, Gemini, Claude, etc.).
- Impuesto sobre capacidad computacional: afectaría a las empresas que utilizan grandes infraestructuras de cómputo o centros de datos dedicados a IA.
- Contribución por uso de datos personales y públicos: las compañías pagarían por el uso de datasets masivos, especialmente si provienen de contenido generado por usuarios o instituciones públicas.
El objetivo sería redistribuir parte de los beneficios globales de la IA hacia fondos de desarrollo e innovación, especialmente en países que no tienen acceso a la tecnología ni a los recursos necesarios para competir.
¿Cuáles son los argumentos a favor del impuesto a la IA?
- Equidad económica: busca garantizar que las ganancias multimillonarias de la IA se traduzcan en beneficios sociales y no solo en concentración de capital.
- Compensación por automatización: podría financiar programas de formación laboral para quienes pierdan su empleo por la automatización y la robótica.
- Estabilidad fiscal: permitiría actualizar los sistemas impositivos para adaptarlos a la economía digital y reducir la evasión internacional.
- Financiación de innovación pública: parte de los ingresos podrían destinarse a proyectos de IA ética, educación y sostenibilidad tecnológica.
¿Y los argumentos en contra?
Los críticos sostienen que un impuesto global a la IA podría ralentizar la innovación, especialmente en startups y pequeñas empresas que no disponen del capital de los gigantes tecnológicos. También advierten que las grandes corporaciones podrían trasladar sus operaciones a países con impuestos más bajos, provocando una nueva guerra fiscal digital.
Otros expertos señalan que el problema no está en la IA en sí, sino en la falta de cooperación internacional. Sin acuerdos vinculantes, cualquier impuesto global corre el riesgo de convertirse en un conjunto de normativas fragmentadas que beneficien solo a ciertas regiones.
¿Qué opinan las grandes tecnológicas?
Empresas como Google, Meta y OpenAI han reaccionado con cautela ante la idea de un impuesto global. Aunque reconocen la necesidad de una regulación ética, argumentan que gravar la innovación antes de que madure podría frenar el desarrollo de modelos más seguros y eficientes.
No obstante, algunas voces dentro del sector reconocen que un marco fiscal bien diseñado podría mejorar la confianza pública y evitar críticas sobre explotación de datos, desigualdad o monopolio tecnológico.
¿Estamos cerca de un acuerdo internacional?
A pesar del creciente consenso político, no existe aún un acuerdo formal. El proceso podría seguir el mismo camino que el impuesto global mínimo del 15 % a las multinacionales, promovido por la OCDE en 2021. Sin embargo, tras la retirada de Estados Unidos de aquel acuerdo, Bruselas ha decidido avanzar por su cuenta, lo que complica cualquier intento de crear un sistema impositivo verdaderamente global.
La ONU, por su parte, planea presentar un borrador preliminar de propuestas fiscales sobre IA en 2026, que podría incluir tanto tasas directas como mecanismos de redistribución tecnológica.
Conclusión
El debate sobre un impuesto global a la IA marca un punto de inflexión en la historia tecnológica moderna. Mientras los algoritmos generan riqueza a una velocidad nunca vista, los gobiernos buscan una fórmula para garantizar que el progreso sea sostenible, ético y equitativo.
La pregunta es si el mundo está preparado para un modelo de cooperación fiscal en plena era de competencia tecnológica. Si la respuesta es no, podríamos entrar en una nueva etapa de desigualdad digital.
¿Crees que las grandes empresas de IA deberían pagar un impuesto global? Déjanos tu opinión y comparte este artículo para abrir el debate.
